miércoles, 29 de junio de 2011

Remordimientos.

Sus pasos le llevan donde le guían sus recuerdos, allí donde sus pensamientos son más débiles y sus remordimientos no pueden mas que dejarse llevar a otro festín de venganza y dolor, saciando su sed de sangre y ahogando sin remedio los daños añejos que se reavivan en su corazón con cada asesinato.
Camina envuelto en su gabardina negra, con el cuello levantado y acurrucado vajo un sombrero negro de ala ancha. Suspira en silencio con el humo de un cigarro, que no está fumando, y el sombrío rostro de alguien que sabe el mal que va a realizar y que no puede evitar.
Se detiene ante un crital. Sus ojos negros no tinen brillo y su alma no ha salido a pasear con él. Mira por encima del hombro y el tiempo se para.
Como en uno de los salones del museo de cera, las estatuas inertes de la gente no le ven pasar. Se desliza entre parejas que se besan infinitamente o ríen para siempre. Nadie le siente, nadie le conoce.
A dos metros de su objetivo se para y observa.Contempla como su víctima es feliz. Agarrado a una exhuberante pelirroja es completamente ignorante de su destino, de su final.
No hay sonidos, ni olores ni nada que lo disturbe. Se acerca a su víctima y le acaricia el cuello, apenas tangible, y desaparece en las sombras por las que apareció.
Aquel rubio solo tiempo de reir una vez y de dar dos pasos, antes de que la pelirroja gritara. Sus ojos la miraron y observaron hacia donde ella miraba. Su camisa blanca estaba teñida de rojo carmesí, sus manos agarraron inútilmente su cuello y, justo cuando sus ojos se ponían en blanco, se desplomó ante la agonía y los llantos de la pelirroja.

Llantos frente al cristal de su ventana, mirando el pasado cercano y odiándose por ello. Recuerdos lejanos empañan el negro de su mirada, reviviendo aquella noche olvidada y odiándose más por no poder salvarla mas que con su promesa.
Seis marcas en su piel le dicen que queda poco, pero tambien le cuentan que dejará una deuda pagada que su corazón casi ya no soporta.


Siete sombras invaden sus sueños desde hace tiempo. Siete rostros que vienen a su cabeza en cada instante de paz que su alma le concede. Siete voces que martillean, en lo más hondo de su corazón, para traerle las risas de aquellos que violaron sin piedad lo que más quería en el mundo, mientras era obligado a verlo una y otra vez, acumulando odio, rencor y asco hacia aquel que se hacía llamar el creador del mundo ante el cual todos éramos iguales.
Siete animales descontrolados, ávidos de sexo y con el cuerpo rebosante de alcohol y drogas, que hicieron aquello a la rosa de su jardín y le obligaron a verlo, no podían ser iguales a él,no podía permitirlo.
Lloró y lloró a la luna y las estrellas. Imploró justicia donde las puertas se le cerraban por que aquellos cobardes eran quienes eran y no se pudo probar que fueran ellos.
Y juró vengarse.
Durante años se entrenó en cuerpo y alma, marcó su cuerpo con siete señales y se dispuso acometer su venganza prometida.

La primera noche, mirando el reflejo de su cara en la ventana, un escalofrío recorrió su espalda y una presencia apareció detrás de él. Cuando se volvió no había nadie, pero en el cristal seguía habiendo un hombre.
-He oido que quieres vengarte.
-¿Qu...quién eres?.
- La respuesta a tus plegarias, aquellas que El no ha escuchado.
-¿El?.
-Dios.Tú le has pedido su ayuda para vengar a tu novia, pero seré yo quien te dé lo que El te ha negado.
-¿Cómo me vas a ayudar?.
-Te voy a dar algo y, cuando hayas cumpido con tu propósito, me lo devolverás.
-¿Así sin más?.
-No, claro. Yo siempre pido algo a cambio.

Lágrimas en la ventana que cristalizan la mirada perdida de su ser insignificante perdido en un tiempo olvidado.

.....continuará.....

sábado, 25 de junio de 2011

Remordimientos.

La lluvia golpeaba monótonamente el cristal dibujando recorridos imposibles en su caer por el vidrio, mientras su mirada vacía contemplaba el infinito espacio de su dolor.
Las lágrimas en su cara imitaban a las gotas del cristal, cayendo eternas queriendo escapar, pero sabiéndose presas de aquel instante, de esa cárcel de tiempo. Mojando sin compasión sus ojos, aquellas gotas de dolor brotaban sin cesar bajo el control anárquico de su fallecido corazón y el ritmo infernal de una agonía sin fin.
Las siluetas que se dibujaban en la calle, ajenas a su pesar, deambulaban en todas direcciones sin ni siquiera saber que existía un dolor tan profundo que crees estar muerto en vida.

Días hace que la paz huyó de aquel lugar, invadiendo con avaricia cada rincón de su existencia, destruyendo sin compasión aquello que construyó con tesón y aniquilando por completo cada poro de su ser.
Se sintió violado cuando su horror le profanó de por vida, dejando inútil los anhelos de su espíritu y desquiciando su ilusa esperanza. Sintió el vacío en su corazón y creyó morir cuando cayó sin control por la nada infinita de aquel espacio destrozado.
Olvidó quien era, lo que había ansiado y lo que había conseguido. Olvidó su vida y la de los que le rodeaban. Olvidó que una vez fue la envidia de muchos y el orgullo de más. Olvidó olvidar y aquello que no desterró lo enterró.

Tiempo hace quela sombra de un pesar le persigue, constante y tenaz, allá donde esté con él vá. Come con él, duerme en su cama y se ducha a su lado. No habla, solo mira. Le echa el aliento en la nuca y le recuerda que está allí para hacerle imposible vivir. Invade sus sueños y lo tortura hasta la extenuación, muere de noche en sus brazos y resucita cada mañana con el alma rota y la amargura en su mirada.
Se odia.


Esta es una historia sin fin. La oscura historia de un hombre gris, que nada tenía en este mundo más que sus remordimientos. Acuciados y agrandados por los interminables recuerdos de un cristal mojado por la lluvia y las lágrimas que nacen en sus ojos sin el menor esfuerzo y dinamitan su ser sin piedad.
Este hombre se odiaba a más no poder y se negaba la existencia una y otra vez, pero todas las mañanas regresaba a su lecho con la maldad marcada en su pecho y el dolor grabado en su mirada, que le consumía por dentro mientras sus llantos quemaban su cara y su alma.
Como un libro de interminables páginas que pasan y pasan hacia delante sin final aparente y de existencia agobiante, pasaban los días de quel hombre gris. Días monótonos de exasperante existir y noches de vida oculta que graban en su conciencia el dolor de su alma.
Vida en las sombras y sonrisa olvidada marcan los rastros de su cara, envuelta en penas infinitas, que acusan a su corazón de borrar de su memoria la felicidad que un día colmó su parecer. Vida que le vió nacer una noche de verano, al abrigo de las estrellas y ante el embrujo de la luna infernalmente llena. Vida que le fue arrebatada de sus manos, arrastrada al claro de un drogada lujuria, mientras su impotencia era sujetada contra su voluntad y obligada a contemplar como, una y otra vez, su corazón entregado era profanado hasta caer muerto cuando el sol decidió aparecer.
Allí murió su ilusión, su vida, su felicidad. Apaleado y casi muerto, arrastró su cuerpo hasta tocar el muñeco de trapo que había sido su amor. Deseó viajar con ella y no separarse jamás de su mirada. Y, con el último aliento y la voz en un suspiro, aquella rosa le pidió que se quedara y que no la buscase hasta haberle devuelto el honor.
Murió y desde aquella noche no hay día sin búsqueda ni noche sin espera. Vigilando y conociendo. Ensayando y esperando. Hoy ha llegado el momento y ante el cristal de su ventana llora.

Continuará....

sábado, 18 de junio de 2011

Miserable.

-Póngase en pie el acusado.
Ruido de sillas que se mueven y respiraciones nerviosas.
-¿Ha tomado una decisión el jurado?.
-Si señoría.
-Proceda entonces.
-Por la presente, este jurado, declara al acusado culpable de la acusación de violación, y de la acusación de asesinato.
-Por la presente la vista queda pendiente de condena, para la cual la vista será dentro de quince dias a las nueve de la mañana. El acusado permanecerá en los calabozos del tribunal sin posibilidad de fianza.
Y después de los dos martillazos del juez, el mundo cayó a sus pies. Miró al suelo brillante de mármol blanco y se dijo que era el fin. Sus manos ocultaron su cara y los regueros que dejaron sus lágrimas. Todo había terminado, su vida se fue a la mierda en un suspiro con dos golpes de martillo, con dos simples golpes.
Con las manos esposadas le llevaron al otro lado del pasillo, pasando por la puerta del juez, hasta las escaleras que iban al calabozo. Los peldaños iban marcando el ritmo de su vida, el descenso decadente al que le había llevado su ignorancia, la falta de mala leche y su débil personalidad.
Todo es cruel cuando el mundo no quiere ver.
Sabía que algo no iba bien en su casa, que su mujer le ocultaba algo o que le era infiel. Sus hijos se reían a sus espaldas pues, por lo visto, ninguno era hijo suyo. Cuando aquella noche llegó a casa y la vió en brazos de otro, dejó de ser él.
Con la pistola que ocultaba en su maletín desde hacía un tiempo, cosió a los dos desdichados a balazos. Recargó el bombin y buscó a "sus" hijos, los cuales ya no se reían, y los mató de un disparo en la cabeza.
Iba a pegarse un tiro en la cabeza cuando se abrió la puerta de su casa. Por ella entró su mujer y su cuerpo se paralizó.
Bajando por las escaleras del calabozo, con dos posibles cadenas perpetuas a sus espaldas, recordó cuan miserable había sido toda su vida. Ignorando las infidelidades de su mujer, las risas de sus hijos y las mofas de los amantes que lo conocían. Se juró que la pillaría y lo pagaría, pero tal era su ignorancia que nunca supo que su mujer era gemela y que, aunque le era infiel, aquella noche la que estaba en la cama era su hermana.
Los mató a todos y cuando pudo matar a su mujer, la pidió perdón.
Tan ignorante era de su vida que cuando quiso suicidarse, la soga se rompió o el veneno nunca llegó al estómago o el fuego nunca se espandió.
Tan ignorante era de su vida que no quiso morir, cumpliendo en su totalidad las cadenas perpetuas y, cuando espiraban sus dias en la vida, alguien le dijo que la muerte de toda su familia fue un montaje, pues cuando el disparó ya estaban muertos.
Tan ignorante era de su vida que murió siendo infeliz.

sábado, 4 de junio de 2011

Pensamientos de un loco.

He puesto en marcha el ordenador, me he encendido un cigarro y me he sentado delante del teclado para escribir. Pero no se me ocurre nada. Podría escribir sobre un montón de cosas, por ejemplo de la música que estoy escuchando, pero no lo haré. También podría explicar cosas de mi trabajo, aunque es una cosa de la que no me gusta hablar. Podría comentar anécdotas de mi vida, la cual ha sido un cúmulo de circunstancias, pero sería aburrir al lector. Así que dejaré que los dedos obedezcan a la mente y ellos solos digan lo que tienen que decir, sin embargo se lo que van a poner, son muy traicioneros.
Me gustaría decir que soy una persona normal, dentro de un mundo incompleto, el cual todavía esta por demostrar cual es la virtud de ser algo principal en el devenir de todos los días, pero no lo hará.
Me encantaría exponer ante el jurado popular de la sociedad cuales son los pros y los contras de esta empresa, pero si lo hiciera sería condenado, con o sin justicia, a cadena perpetúa en la prisión eterna de la antigua dejadez.
Así que, quien quiera que un día lea esto, tendrá que culpar a una cabeza agotada por la enarbolada exigencia de un por que y a la devastadora ausencia de un nada. A las manos que escriben estas notas de culpa y a la cabeza que ordena que sean plasmadas, Si con todo este relato consigo aburrir al lector, pido mil perdones de antemano, ya que no es mi intención. Pero si atravieso la línea que separa la ausencia de entendimiento con la de la compresión, estaré mas que satisfecho, aunque jamás sea comprendido mi punto de vista.
El lector se preguntará el porque de estas penosas notas de autoculpa, no se puede decir que tenga que haber un o una culpable en concreto, ni tampoco que el punto de partida de esta melancolía sea un momento dado, ni una fecha en especial. Pero como todas las cosas de este mundo, desde que el mismo existe, tienen un comienzo. Mas o menos agradable, intenso o vano, un dato, una mirada, un gesto..., un algo que hace que todas las cosas que existen emprendan la marcha. Al principio puedes no darte cuenta de donde entras, puede que ni siquiera sospeches las cosas que pueden pasar, podría resultar, incluso, que aunque por una remota inspiración lo intuyeras, no desearas que llegara a pasar, y desechas esa idea por ser demasiado inverosímil y no le das importancia.
¿No le ha pasado al lector nunca que cuando ya tiene algo que, en un principio no buscaba, al perderlo se hace una pregunta?. Nunca lo habría imaginado, pero algo que empezó con una niñería acabo incrustándose tan dentro, y tan despacio, de ti que por mucho que lo pienses, jamás lograrías encontrar la línea de salida de todo ese juego.
No busco llorar mis penas con la explosión de mis angustias sobre las teclas de mi corazón, aunque sean ellas las que están escribiendo por cuenta y riesgo de mi cabeza, que navega a solas desde que sus ideas no concuerdan con las del habitante de mi pecho. No puede haber reconcilio dentro del país de mi persona, ya que aquel que ordena no quiere saber nada del mundo que no sea palpable, apartando fuera de todas sus fronteras el resplandor de cualquier sentimiento, negándole el saludo a aquel que alimenta con su fuerza los días de pensar del que dicta los quehaceres habituales.
No pido que enjuaguen mis lagrimas de pesadumbre guiadas por los suspiros de los aliados de mi corazón, aunque pueden vencer a la dictadura de un tirano nacido para mandar, pero maldecido para amar.
No pido nada, solo escribo, y si algún día, por muy remoto que sea, aparece la posibilidad del levantamiento en armas de los discípulos de mi corazón, contra los ejércitos atrincherados de mi cabeza, para batirse en una interminable batalla de contrastes y contraposiciones, aunque nunca se termine, aunque jamás sea posible la conclusión de esta eterna disputa, habré conseguido al menos vencer a su recuerdo, habré logrado sacarla de mis profundos adentros, aunque se quede flotando en la superficie de mis nostalgias.
Dicen que todas las verdades ocultas dentro de una suposición, resurgen de lo más profundo de un síntoma de vana ilusión, para reclamar herencias jamás depositadas ante el notario de una posibilidad. De que sirve poseer la vacía utopía de una posibilidad, la autenticidad de una probabilidad o la veracidad de una disposición, acerca de un sentimiento si, cuando la madre naturaleza, hace valer el poder de todas sus controversias para destruir un castillo de esperanza, construido a base de debilitadas vigas de esfuerzo y forjado al fuego lento de un ardor en lejanía.
De nada vale defenderse, amurallado hasta los cielos de tu creencia, contra las abatidas de un ejercito de enérgicos soldados de la fortísima señora de la desesperanza La cual insta a su hueste de desalmados legionarios a combatir hasta el fin cualquier vestigio de afecto, amor o pasión. Dejando sin vida el cuerpo vacío de un ser enamorado de una vaga visión, de una destartalada presencia de un cuerpo muerto en vida por la falta de una confianza.
Gracias a la influencia de estas creencias, el todopoderoso general de mi cabeza, crece rodeado de certeros arqueros que está en constante guardia, impidiendo el paso a los carruajes de los leales que llevan, a la fortaleza de mi corazón, el sustento de su cariño. Impidiendo así cualquier conato de renacida esperanza, de renovada riqueza amorosa, del jefe del centro de los sentimientos, cercando los dominios de una entregada locura.
Así, entre dimes y diretes, los jefes divididos de mi posesión, debaten una y otra vez acerca de una posible tregua. La cual jamás llegará a producirse, por que ninguno quiere dar su brazo a torcer, el uno por ser el jefe del gobierno, el otro por ser el regente de los abastecimientos.
Las cosas podía haber sido diferentes, haber caminado por senderos distintos sin haberse encontrado en los cruces del porvenir, pero no fue así.
Las luces podían no haberse encendido, dejando pasar la estéril sombra de una imagen divagar a su albedrío por los ramales de la sociedad. Pero nada de eso pasó, y, sin embargo, alumbraron los yacimientos perdidos del dueño de mi sentir, y lo alzaron en batalla contra la calma dispuesta por la dictadura de un ser gris, que velaba por la tranquilidad de un gobierno sin sobresaltos, edificado a base de negadas ilusiones.
¿Porqué los designios de un ser entregado no pueden ser elevados al pedestal de una pasión, aún cuando los ejércitos de su controversia se disputen la razón?, nadie lo sabe. Uno se crece ante la adversidad de un amor encontrado por casualidad, el otro se oculta tras las tinieblas de un pasado enamorado, pero destruido con un soplo de viento malsano, que resquebrajo las ausencias y derrumbó las murallas de su locura. Dejando libre aun tirano, que ocultó en la oscuridad la luz de su corazón sin dejar pasar su emoción.
Son crueles los sentimientos divididos, son ingratos las pasiones no olvidadas, pero son mas duros los dolores que enfrentan a dos maneras de entender, por demostrar que cada uno tiene razón a su manera. Uno se quiere enamorar, el otro no quiere ni escuchar el sonido de esa palabra al pronunciarla, batalla tras batalla, la guerra es un Apocalipsis de contraposiciones.
Y mientras ellos juegan a declarase la guerra continua, mientras se desafían con encarnizada locura por prevalecer sobre el otro, el resto de mi ser esta agotado. Cansado de discutir, de pensar e, incluso, de sentir. De sentir miedo por no saber como actuar, de sentir rabia ante la impotencia de mi voz frente a ellos, de sentir que jamás callaran haga lo que haga y diga lo que diga.
Si, en una alocada acción de intrusismo, uno realiza una desventurada misión saltándose la vigilancia del otro, y consigue provocar la duda, el sobresalto o la parsimonia de otra persona, el contrincante al que se le ha desafiado provoca una desbandada de sus ejércitos para contrarrestar su efecto, acorralando al infractor y provocando una penosa inercia de autoculpa, hasta ocultar su verdad en las tinieblas.
Podría especular el lector acerca de estos pensamientos, juraría, incluso, que son las reflexiones de un ser atormentado por dos posesiones vanas, los razonamientos de un loco. Y quisiera convencerle de lo contrario, pero no se puede negar la evidencia, cuando una persona no entra en concordia consigo mismo, no esta del todo bien y, eso, me ocurre a mi.
Quisiera creer que esto son solo malas pesadillas, que son recuerdos de alguna vida pasada, en la cual, cometí errores que en esta actualidad me esta tocando pagar. Pero cuando salgo de las cavernas de mi imaginación y regreso al estado de realidad, compruebo que sigo estando en el centro de una guerra crónica que pretende definir al jefe de mi gobierno.
Y así, mientras los días viajan en una incansable procesión por delante de mi y las noches me abrazan con mantos de fríos suspiros, los jefes enfrentados de mi ser, luchan y luchan sin tregua, alzándose por encima de ellos un estandarte único. El cual prevalecerá sobre ambos hasta que la rivalidad entre los dos llegue a su fin.
Un estandarte gris, colocado en la más elevada colina de mis adentros, flameando al viento de mis lamentos, para que todos los soldados armados la vean, para que los jefes de la contienda la contemplen y sepan que, mientras ellos sigan en sus trece y no aplaquen sus ánimos de enemistad, ella estará hay para regir los designios de mi soledad.
Una bandera oscurecida por los tiempos de batalla, ennegrecida por los largos estíos de pasividad, que esconderá los aplaques de ambos jefes mientras ellos pelean sin verdad. Una bandera rodeada de bordado blanco, delimitando los confines de sus dominios e impidiendo la salida de cualquier agresor. Una bandera con una sola palabra grabada en triste hilo negro, una palabra para que mengüen sus voces y permanezcan encalladas dentro, una palabra con la fuerza suficiente para contener a sus ejércitos en la región a la que pertenecen. Una sola palabra basta para enmudecer al mundo.
Paz.
Para no pensar, para no sentir ni padecer, para dejarme llevar al lago sin fin de las aguas del descanso, relajarme sin tener que imaginar nada más que como será el siguiente pestañeo de mis ojos. Para navegar a la deriva sin saber que hay un puerto en algún sitio que espera mi llegada. Para escuchar el silencio de las olas de mi sueños.
Paz.
Para no tener que recordar, olvidar ni imaginar que en algún punto del ancho mar de la sociedad, se haya la bestia que una vez fue el centro de mi ansiedad y que provocó el declive de todo un mundo de ilusiones por desarrollar. Para no abrigar la certeza de que en el presente austero, crece lo opción de un futuro pusilánime que no encuentra en su vacío lo que pudo haber perdido antaño.
Para no saber, conocer ni confesar, que en el recuerdo que trae el viento de un pasado no olvidado, está la cruel realidad de los pasos de mi funesto presente, obviando las palmas que me invitan a pasar por el arco de mis dudas. Para no tener que ver de cerca el acantilado rocoso que una vez me llamó a voces de susurro, lanzándome la cuerda por la no pude descender.
Y así me despido, plasmando en estas palabras el clamor de un guerra que sufro en mis adentros. Una lucha interminable e infernal, que se debate entre morir con los recuerdos de un amor, lastimero y dañino, que no pudo ser y vivir hasta el fin luchando por el presente, dudoso y precario, de un amor que nunca será.
No espero que guste lo aquí dictado, ni que se entienda lo que pienso. Solo ha sido una manera de desahogar los discursos de un mar de dudas que hace ir a la deriva el barco de mi sensatez.

Adiós.