14 de noviembre de 2000
Estimada amiga:
Tengo que declararte una sensación que me está quemando por dentro, que me devora las entrañas y que no me deja pensar en nada ni nadie más.
Tengo que confesar mis sentimientos enfrentados, que admitir que me estoy enamorando de la manera más inocente posible, que manifestar a pulmón abierto que el corazón me da un vuelco cada vez que veo relucir tu sonrisa.
Tengo que gritar a todo el mundo lo que siento, para que todos sepan que eres lo que invade mi razón, para que todo el mundo perciba el olor que despide mi persona después de haber hablado contigo.
Tengo que declarar de manera abrumadora que no puedo separarme de ti, por que cuando lo hago mi mente divaga por el espacio como alma en pena y suplicando que te vuelva a ver.
Tengo la huella de tu cara grabada en mi mente, los rasgos de tus ojos marcados a fuego en mi visión, el eco de tus palabras esculpido en la pared de mi sentido común, el resplandor de tus pasos plasmados en el suelo de mi ser.
Tengo que reconocer que me has ganado poco a poco, creo que sin tú darte cuenta, me has llevado a tu persona. Me has concedido el margen de esperanza y me a ferro a esa posibilidad, a la duda de saber si tu sentirás lo mismo o de que solo quieras tenerme como amigo.
Tengo la ilusión de creer que sientes lo mismo que yo, pero incluso tengo la suficiente experiencia para saber que tú tienes tus preferencias, tus amores, tus predilecciones. Quiero creer que puedo ser yo el que invada tu corazón, quiero creer que puedo ser yo el que enamore a tus pensamientos, quiero creer que puedo ser yo el que pueda tocar la punta de tu entrañable y enigmática persona. Pero sé que puede ser otro el que tenga esa virtud, servida en bandeja por las manos de una sencilla y elegante mujer.
Tengo que decírtelo aunque me pese, aunque me duela en lo más hondo de mi profundo corazón, aunque tenga que hacer callar las voces de mi cabeza hundidas en llantos. Tengo que hablarte de este sentimiento que me está pudiendo en todos los sentidos, que me derrota cada vez que te pierdo de vista, cada vez que no oigo tu voz, cada vez que no escucho tus pasos. Tengo que confesártelo aunque luego todo sea distinto, en un sentido o en otro, para lo bueno o para lo malo, para el después.
Sea como fuere, lo que aquí queda escrito es una declaración de mi amor hacia tu persona, no una petición de que tu sientas lo mismo, ni siquiera parecido, hacia la mía.
Tengo la esperanza de que pudiera ser así, pero la realidad me hace dudar de ese pequeño matiz, tu amor ya tiene dueño.
Tengo que despedirme, espero que no me guardes rencor y que por estas palabras aquí escritas no cambie a mal nuestra amistad, nuestra alegría de vivir.
Besos
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