Dicen que una sombra que se oculta,
Viene a perseguir un sentimiento que no se olvida.
Que algo que viene detrás de uno mismo,
No viene si no a contar los amores de su vida,
Que rompieron una vez el corazón de una persona adulta.
Dicen que una palabra de dejadez,
Involucra una caída de todo aquello que ha sido soñado.
Que un simple suspiro de nostalgia desvaída,
Puede cambiar el sentido de un verso añorado,
Que puede hacer morir lo que nunca llega a la vejez.
Dicen que la simple mirada perdida de una paloma,
Puede destruir aquello que una vez llego a crecer.
Que un inocente repiqueteo de alas dulces,
Conseguiría derrumbar el castillo nacido para no ser,
Pero que una vez pudo sentir que sería de su dama.
Dicen que todo aquello que siempre queda en la nada,
Sentirá en el pasado lo que jamás vivirá en el mañana.
Que aquello que de las manos se escapa escurridizo,
Nunca volverá al sentimiento de un mortal de pasada,
Para pasar desapercibido entre los vientos de su inmortal hada.
Dicen que la luna esconde en su cara iluminada,
La verdad del oscuro pensamiento de un ser moribundo.
Que en el mirar de sus ojos abiertos al alma,
Pierde en el sentimiento incumplido de su amor vagabundo,
La razón de un momento de su fiel corazón desilusionado.
Dicen, pero la única verdad es el sentimiento oculto de un amor,
Que no se ve reflejado en el espejo de un ser opuesto..
Dicen, y el sentimiento que nunca fluye de un todo,
Muere en el momento que roza el aire de su pretexto,
Para jamás descubrir porque es el momento del desamor.
Dicen tantas voces que no muere el sol naciente,
Sino es por la pena de no acentuarse el sonido de su ardor.
Que no calla el viento en su incesante canto de esperanza,
Pero ya no vuelan las palabras desde el nido de su valor,
Para buscar el camino que le lleve al camino del sol creciente.
Dicen que una solo pluma del ala de su pasión,
Levantaría en vilo el cuerpo de un enarbolado grito de ilusión.
Que no sería un silencio mutuo de canciones apagadas,
Ni la oscuridad iluminada por las velas de su cristalina visión,
Que mataría con lastimera decadencia las ramas de su corazón.
Dicen que la noche abraza los fríos de todos sus recuerdos,
Escondiendo bajo el tacto de su almohada pulsaciones de tristeza,
Que provocan la caída de una lluvia desde el inicio de su mirada,
Sofocando los llantos de un terremoto que en su mente reza,
Para no ser la desdicha de un solitario corazón de sus verbos.
Dicen que una vez tuvo la posibilidad de ser el niño que soñaba,
Que pudo ser todo aquello que el sentimiento le hacía imaginar.
Pero no quiso luchar más contra la vana magnitud de su desilusión, porque no quería perder la única posibilidad de ver a su amada, aunque tuviera la certeza de que a otro ser ella su amor fuera a entregar.
Dicen, no haciendo otra cosa que dejar escapar palabras de torpeza,
Que no hacen otra cosa que cegar la salida de su bondad.
Para no dejar en tranquilidad el curso de su palpito enamorado,
Olvidando que tras la tormenta de cada sueño vivido con lindeza,
Llega la calma de un desgana que no olvida su torpe edad.
sábado, 28 de mayo de 2011
sábado, 21 de mayo de 2011
Declaración de amor.
14 de noviembre de 2000
Estimada amiga:
Tengo que declararte una sensación que me está quemando por dentro, que me devora las entrañas y que no me deja pensar en nada ni nadie más.
Tengo que confesar mis sentimientos enfrentados, que admitir que me estoy enamorando de la manera más inocente posible, que manifestar a pulmón abierto que el corazón me da un vuelco cada vez que veo relucir tu sonrisa.
Tengo que gritar a todo el mundo lo que siento, para que todos sepan que eres lo que invade mi razón, para que todo el mundo perciba el olor que despide mi persona después de haber hablado contigo.
Tengo que declarar de manera abrumadora que no puedo separarme de ti, por que cuando lo hago mi mente divaga por el espacio como alma en pena y suplicando que te vuelva a ver.
Tengo la huella de tu cara grabada en mi mente, los rasgos de tus ojos marcados a fuego en mi visión, el eco de tus palabras esculpido en la pared de mi sentido común, el resplandor de tus pasos plasmados en el suelo de mi ser.
Tengo que reconocer que me has ganado poco a poco, creo que sin tú darte cuenta, me has llevado a tu persona. Me has concedido el margen de esperanza y me a ferro a esa posibilidad, a la duda de saber si tu sentirás lo mismo o de que solo quieras tenerme como amigo.
Tengo la ilusión de creer que sientes lo mismo que yo, pero incluso tengo la suficiente experiencia para saber que tú tienes tus preferencias, tus amores, tus predilecciones. Quiero creer que puedo ser yo el que invada tu corazón, quiero creer que puedo ser yo el que enamore a tus pensamientos, quiero creer que puedo ser yo el que pueda tocar la punta de tu entrañable y enigmática persona. Pero sé que puede ser otro el que tenga esa virtud, servida en bandeja por las manos de una sencilla y elegante mujer.
Tengo que decírtelo aunque me pese, aunque me duela en lo más hondo de mi profundo corazón, aunque tenga que hacer callar las voces de mi cabeza hundidas en llantos. Tengo que hablarte de este sentimiento que me está pudiendo en todos los sentidos, que me derrota cada vez que te pierdo de vista, cada vez que no oigo tu voz, cada vez que no escucho tus pasos. Tengo que confesártelo aunque luego todo sea distinto, en un sentido o en otro, para lo bueno o para lo malo, para el después.
Sea como fuere, lo que aquí queda escrito es una declaración de mi amor hacia tu persona, no una petición de que tu sientas lo mismo, ni siquiera parecido, hacia la mía.
Tengo la esperanza de que pudiera ser así, pero la realidad me hace dudar de ese pequeño matiz, tu amor ya tiene dueño.
Tengo que despedirme, espero que no me guardes rencor y que por estas palabras aquí escritas no cambie a mal nuestra amistad, nuestra alegría de vivir.
Besos
Estimada amiga:
Tengo que declararte una sensación que me está quemando por dentro, que me devora las entrañas y que no me deja pensar en nada ni nadie más.
Tengo que confesar mis sentimientos enfrentados, que admitir que me estoy enamorando de la manera más inocente posible, que manifestar a pulmón abierto que el corazón me da un vuelco cada vez que veo relucir tu sonrisa.
Tengo que gritar a todo el mundo lo que siento, para que todos sepan que eres lo que invade mi razón, para que todo el mundo perciba el olor que despide mi persona después de haber hablado contigo.
Tengo que declarar de manera abrumadora que no puedo separarme de ti, por que cuando lo hago mi mente divaga por el espacio como alma en pena y suplicando que te vuelva a ver.
Tengo la huella de tu cara grabada en mi mente, los rasgos de tus ojos marcados a fuego en mi visión, el eco de tus palabras esculpido en la pared de mi sentido común, el resplandor de tus pasos plasmados en el suelo de mi ser.
Tengo que reconocer que me has ganado poco a poco, creo que sin tú darte cuenta, me has llevado a tu persona. Me has concedido el margen de esperanza y me a ferro a esa posibilidad, a la duda de saber si tu sentirás lo mismo o de que solo quieras tenerme como amigo.
Tengo la ilusión de creer que sientes lo mismo que yo, pero incluso tengo la suficiente experiencia para saber que tú tienes tus preferencias, tus amores, tus predilecciones. Quiero creer que puedo ser yo el que invada tu corazón, quiero creer que puedo ser yo el que enamore a tus pensamientos, quiero creer que puedo ser yo el que pueda tocar la punta de tu entrañable y enigmática persona. Pero sé que puede ser otro el que tenga esa virtud, servida en bandeja por las manos de una sencilla y elegante mujer.
Tengo que decírtelo aunque me pese, aunque me duela en lo más hondo de mi profundo corazón, aunque tenga que hacer callar las voces de mi cabeza hundidas en llantos. Tengo que hablarte de este sentimiento que me está pudiendo en todos los sentidos, que me derrota cada vez que te pierdo de vista, cada vez que no oigo tu voz, cada vez que no escucho tus pasos. Tengo que confesártelo aunque luego todo sea distinto, en un sentido o en otro, para lo bueno o para lo malo, para el después.
Sea como fuere, lo que aquí queda escrito es una declaración de mi amor hacia tu persona, no una petición de que tu sientas lo mismo, ni siquiera parecido, hacia la mía.
Tengo la esperanza de que pudiera ser así, pero la realidad me hace dudar de ese pequeño matiz, tu amor ya tiene dueño.
Tengo que despedirme, espero que no me guardes rencor y que por estas palabras aquí escritas no cambie a mal nuestra amistad, nuestra alegría de vivir.
Besos
sábado, 7 de mayo de 2011
Sin futuro.
Cuando el órgano de aquella iglesia comenzó a sonar,los pájaros del campanario se espantaron y volaron despavoridos en todas direcciones. El sonido de aquel viejo instrumento, manipulado por las manos de un monje casi tan viejo como él, hizo que los sentidos en mi cabeza despertaran poco a poco.
El dolor era insoportable, las miles de agujas que se clavaban en mis siénes, hacían que el sonido angelical de aquella música, fuera un tormento para mi despertar. Era mi segundo día en aquel lugar, el segundo día del resto de mi vida.
No comprendo que pudo haber salido mal, los cálculos eran correctos y se habían analizado infinidad de veces,las pruebas eternas que se hicieron no inducían a error, pero algo salió mal pues yo estaba allí, en aquel lugar de hace doscientos años de mi era.
Año 1808, Monasterio de no sé que monjes en algún lugar de su despensa, cubierto por dos días de borrachera producida por el vino de aquellas gentes, estaba mi persona a punto de volvese loco. Ellos no sabían de mi existencia, yo no quería saber de la suya y todos estábamos felices con nuestra ignorancia. Buscaba respuestas que no encontraba y, enfurecido, bebía hasta caer desfallecido.
Esa mañana, el sonido del órgano de la iglesia, me sacó de mi eclipse mental. Las respuestas se agolpaban en mi cabeza y no había manera de ordenarlas. Las preguntas había que sacarlas despacio y solo había una manera de hacerlo. Corrí a la capsula y allí vi la luz definitiva.
Las reservas de energía estaban vacias, las baterías estaban destruidas y los cálculos se habían perdido. Todo lo que tenía era una capsula vacia, un cascarón inutil que no funcionaría nunca más. Resignado. Salí por una puerta que daba al patio justo en el momento que los monjes abandonaban el rezo matutino. La sorpresa fue mayúscula, mis vestimentas, mi apariencia extraña y el color de mis ojos enrojecidos por la resaca, les hizo creer que era el demonio.
Llamaron al sargento de la guardia, me arrestaron y de nada sirvieron mis explicaciones. Fuí juzgado y condenado por hereje y brujo. Me quemaron en la hoguera.
Ciento ochenta años después, nació un rollizo niño de ojos azules, que nunca fue científico por que algo le decía que no le serviría de nada en el futuro.
El dolor era insoportable, las miles de agujas que se clavaban en mis siénes, hacían que el sonido angelical de aquella música, fuera un tormento para mi despertar. Era mi segundo día en aquel lugar, el segundo día del resto de mi vida.
No comprendo que pudo haber salido mal, los cálculos eran correctos y se habían analizado infinidad de veces,las pruebas eternas que se hicieron no inducían a error, pero algo salió mal pues yo estaba allí, en aquel lugar de hace doscientos años de mi era.
Año 1808, Monasterio de no sé que monjes en algún lugar de su despensa, cubierto por dos días de borrachera producida por el vino de aquellas gentes, estaba mi persona a punto de volvese loco. Ellos no sabían de mi existencia, yo no quería saber de la suya y todos estábamos felices con nuestra ignorancia. Buscaba respuestas que no encontraba y, enfurecido, bebía hasta caer desfallecido.
Esa mañana, el sonido del órgano de la iglesia, me sacó de mi eclipse mental. Las respuestas se agolpaban en mi cabeza y no había manera de ordenarlas. Las preguntas había que sacarlas despacio y solo había una manera de hacerlo. Corrí a la capsula y allí vi la luz definitiva.
Las reservas de energía estaban vacias, las baterías estaban destruidas y los cálculos se habían perdido. Todo lo que tenía era una capsula vacia, un cascarón inutil que no funcionaría nunca más. Resignado. Salí por una puerta que daba al patio justo en el momento que los monjes abandonaban el rezo matutino. La sorpresa fue mayúscula, mis vestimentas, mi apariencia extraña y el color de mis ojos enrojecidos por la resaca, les hizo creer que era el demonio.
Llamaron al sargento de la guardia, me arrestaron y de nada sirvieron mis explicaciones. Fuí juzgado y condenado por hereje y brujo. Me quemaron en la hoguera.
Ciento ochenta años después, nació un rollizo niño de ojos azules, que nunca fue científico por que algo le decía que no le serviría de nada en el futuro.
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