Sus pasos le llevan donde le guían sus recuerdos, allí donde sus pensamientos son más débiles y sus remordimientos no pueden mas que dejarse llevar a otro festín de venganza y dolor, saciando su sed de sangre y ahogando sin remedio los daños añejos que se reavivan en su corazón con cada asesinato.
Camina envuelto en su gabardina negra, con el cuello levantado y acurrucado vajo un sombrero negro de ala ancha. Suspira en silencio con el humo de un cigarro, que no está fumando, y el sombrío rostro de alguien que sabe el mal que va a realizar y que no puede evitar.
Se detiene ante un crital. Sus ojos negros no tinen brillo y su alma no ha salido a pasear con él. Mira por encima del hombro y el tiempo se para.
Como en uno de los salones del museo de cera, las estatuas inertes de la gente no le ven pasar. Se desliza entre parejas que se besan infinitamente o ríen para siempre. Nadie le siente, nadie le conoce.
A dos metros de su objetivo se para y observa.Contempla como su víctima es feliz. Agarrado a una exhuberante pelirroja es completamente ignorante de su destino, de su final.
No hay sonidos, ni olores ni nada que lo disturbe. Se acerca a su víctima y le acaricia el cuello, apenas tangible, y desaparece en las sombras por las que apareció.
Aquel rubio solo tiempo de reir una vez y de dar dos pasos, antes de que la pelirroja gritara. Sus ojos la miraron y observaron hacia donde ella miraba. Su camisa blanca estaba teñida de rojo carmesí, sus manos agarraron inútilmente su cuello y, justo cuando sus ojos se ponían en blanco, se desplomó ante la agonía y los llantos de la pelirroja.
Llantos frente al cristal de su ventana, mirando el pasado cercano y odiándose por ello. Recuerdos lejanos empañan el negro de su mirada, reviviendo aquella noche olvidada y odiándose más por no poder salvarla mas que con su promesa.
Seis marcas en su piel le dicen que queda poco, pero tambien le cuentan que dejará una deuda pagada que su corazón casi ya no soporta.
Siete sombras invaden sus sueños desde hace tiempo. Siete rostros que vienen a su cabeza en cada instante de paz que su alma le concede. Siete voces que martillean, en lo más hondo de su corazón, para traerle las risas de aquellos que violaron sin piedad lo que más quería en el mundo, mientras era obligado a verlo una y otra vez, acumulando odio, rencor y asco hacia aquel que se hacía llamar el creador del mundo ante el cual todos éramos iguales.
Siete animales descontrolados, ávidos de sexo y con el cuerpo rebosante de alcohol y drogas, que hicieron aquello a la rosa de su jardín y le obligaron a verlo, no podían ser iguales a él,no podía permitirlo.
Lloró y lloró a la luna y las estrellas. Imploró justicia donde las puertas se le cerraban por que aquellos cobardes eran quienes eran y no se pudo probar que fueran ellos.
Y juró vengarse.
Durante años se entrenó en cuerpo y alma, marcó su cuerpo con siete señales y se dispuso acometer su venganza prometida.
La primera noche, mirando el reflejo de su cara en la ventana, un escalofrío recorrió su espalda y una presencia apareció detrás de él. Cuando se volvió no había nadie, pero en el cristal seguía habiendo un hombre.
-He oido que quieres vengarte.
-¿Qu...quién eres?.
- La respuesta a tus plegarias, aquellas que El no ha escuchado.
-¿El?.
-Dios.Tú le has pedido su ayuda para vengar a tu novia, pero seré yo quien te dé lo que El te ha negado.
-¿Cómo me vas a ayudar?.
-Te voy a dar algo y, cuando hayas cumpido con tu propósito, me lo devolverás.
-¿Así sin más?.
-No, claro. Yo siempre pido algo a cambio.
Lágrimas en la ventana que cristalizan la mirada perdida de su ser insignificante perdido en un tiempo olvidado.
.....continuará.....
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