sábado, 2 de julio de 2011

Remordimientos.

Desde las sombras observó las curvas de aquella princesa rubia. Sus movimientos al caminar y sus cadenciosas caderas hipnotizaban sus pensamientos y atraían sus deseos.
Caminó sobre los pasos marcados por los tacones de aquella mujer. No sonó el eco de su andar por los senderos de sus oídos y se acercó al dulce aroma que provenía de ella sin nisiquiera sentir sus dudas, seguro de sus actos.
Una mano acarició su pelo por la nuca, ella rió desprevenida y su voz se ahogó en un gutural sonido flemático. La sorpresa se dibujó en su mirada, el miedo inundó su corazón y la angustia final se desmayó derrotada.
Desnuda, atada y muerta la encontró su novio en la cama. Desangrada y con una fantasmagórica sonrisa de placer. El terror paralizó su cuerpo.
Todo fue muy rápido sin apenas tiempo de reacción.
Ante sus ojos aparecieron las manos asesinas, aterrado reculó tropezando con la cama y cayendo sobre su novia muerta y ultrajada. Manchado de sangre sintió el filo helado cortando su entrepierna y supo que moriría.

Ante el cristal de su ventana lloró mientras la segunda marca de su piel comenzaba a borrarse. Su alma se quemaba en el infierno en el que había sido vendida. Necesitó un largo rato para comprobar que estaba en su casa, se dió cuenta de que había regresado y de que había conseguido su objetivo. Lloró amárgamente y trató de recordar, inútilmente, lo que había sucedido, pero no pudo.
El segundo estaba muerto, se lo decía la quemadura de su brazo, y el final de la pesadilla estaba próxima.
El día amaneció lluvioso, triste y lleno de la amargura que asaltaba los pensamientos y dudas de la gente que paseaba bajo sus paráguas. Los ruidos y sonidos resonaban en el silencio de las calles dando un tono gris y tétrico a la ciudad.
Cuando la segunda marca se borró definitívamente de su brazo, se durmió como siempre y soñó. Regresó a su cabeza el rostro de la rubia espectacular y los gemidos de placer de ella cuando la hacía el amor.


Quisieron las luces del día alegrar su corazón invadiendo sus pensamientos con imágenes de un pasado ilusionado, sin percatarse de que la herida no cicatrizada sangraba con cada fotograma rebosante de ilusión.
Caminaban sus pies por la acera sin apenas tocar el pavimento, sin rozar las grietas y juntas, en pos de una meta fijada que debió olvidar en el momento oportuno y que durmió su razón en el momento aceptado.
Llegó allímite de una finca olvidada en el medio de la nada, oculta en el valle formado por dos oscuras montañas y ensordecida por el aplastante sonido del silencio. Las manchas salpicadas aquí y allá eran animales salvajes que deambulaban libres por una desconocida ladera. Los árboles no mecían sus ramas con ningún viento que, ausente por efecto demoníaco, ofrecían un retrato siniestro de un paisaje en otro tiempo idílico.
Avanzó por el sendero y vislumbró una sombra que corría desprevenida junta a la cerca del único establo de la zona. Se sentó a esperarla sobre los tablones de cedro que componían la valla y lo observó acercarse sin la menor sombra de sospecha.
La figura se apróximo a él sin ver ni sentir al personaje sobre la valla, sin detectar que lo vigilaba ni lo que pensaba hacer, justo en el momento de pasar a su lado, el tiempo se paró.
Las siguientes diez zancadas siguieron su ritmo, la undécima titubeó y la décimosegunda trastabilleó. Sus manos no impidieron el desequilibrio y su rostro golpeó el suelo con la violencia propia de un muñeco de trapo. Estaba muerto antes de caer, antes incluso de saber que le había pasado.

Reflejado en el cristal de su ventana, con la tercera marca desapareciendo con la quemadura del momento, sus lágrimas brotaron por enésima vez y desconsolaron su alma una vez más.
El hombre que lo miraba desde el cristal ofrecía un aspecto agotado, demacrado y vacío. El brillo de sus ojos ofrecía la ausencia de ilusión y el temor de alguien que conoce su destino y no puede poner freno a su caminar. No desaba seguir por el sendero impuesto por su odio y dolor, pero el camino marcado a fuego le dolía en el alma tanto como la pérdida de aquella rosa que tanto amaba.
Lloró con amargura, con dolor y resignación. Lloró odiándose por ser lo que había llegado a convertirse.
Y su rosa regresó para avivar el fuego.

.............continuará....

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