jueves, 14 de julio de 2011

Remordimientos.

Y llegó el caos.
La última noche, justo en el momento en el que su yo nocturno salía a la calle, se arrepintió de todo. De lo que había hecho y de lo que iba a hacer, pues aún quedaba algo pendiente.
Su alma lloraba con cada paso que sus pies daban, su cuerpo se desgarraba en un dolor acumulado que luchaba por desbordarse y llenar de penar lo que le quedaba de existencia. Su mente se hacía más fuerte con cada golpe de ira que pretendía ser ocultada, su odio se hacía más vomitivo ante las expectativas de ser saciado.
La miad física de su cuerpo ansiaba el fin de la pesadilla, la mitad psíquica deseaba aabarcon sangre lo que con sangre había empezado.
No hacía falta ocultarse en las sombras, ya no había necesidad de esconderse para terminar con aquel que aún vivía. Le esperó sin miedo, deseando mirarle a los ojos y que le reconociera, ver el miedo reflejado en su rostro y que supiera quie ese momento sería el final.
Llegó hasta él caminando despreocupado, agarrado de la mano de la ignorancia. Sabiéndose observado por cientos de pares de ojos y ansiando que aquel momento no se acabara nunca. Era una estrella del rock en su momento más dulce, su último momento.
El griterio era ensordecedor, los miles de flashes convertían el acceso al estudio en un cielo estrellado cegador, los empujones eran incontrolables y la seguridad del recinto a duras penas controlaba el gentío.
Al llegar a la puerta le vió.
Una vez más, la última, el tiempo se detuvo y, durante unos instantes no hubo histeria generalizada, no gritaban los fans, no se intentaban aplastar y la seguridad no tuvo que emplearse para nada.
Ante el hombre de la gabardina negra y el sombrero de ala ancha, con la mirada clavada en los ojos inyectados en odio y la certeza de que algo no iba bien, supo quien era aquel personaje.
Cuando el desorden y el caos volvieron al mundo, el personaje oscuro colmado de odio ya no estaba y, ante la idea de creer haber tenido una visión, atinó a dar dos pasos antes de caer al suelo. con el pecho de color carmesí y la sangre que le daba la vida corriendo por la acera.
El séptimo había muerto, el brazo comenzaba a escocerle y su corazón empezaba a llorar, dolorido y apesadumbrado, por que había llegado el final.

Mirando el reflejo lloroso de aquel que apenas conocía, del mismo que había vendido su alma por saciar sus ansias de venganza, de la venganza más sangrienta que pudo imaginar, se odio por ello y por lo que estaba a punto de llegar.
Con su cara en primer plano y la figura escalofriante en segundo, no quiso saber más del mundo y tomó una decisión. El puñetazo rasgó el cristal y un trozo del espejo cayó al suelo. Lo recogió con mimo, lo observó con atención y, muy serenamente, miró a su visitante.
-¿La voy a ver?.- Le preguntó.
-No lo sé, yo no soy quien decide.
-Es igual. He conseguido lo que le prometí. La he vengado- deliró sollozando.
-Entonces, ¿a qué esperas?.
Y el cristal se hundió en sus muñecas sin resistencia, sin robarle una mueca de dolor, sin una vacilación. Miró a su alrededor y le sorprendió verle sonriendo.
-¿Ya...terminó....to..do...?.
-Solo has de saber que tu alma ya no te pertenece.
Y se hizo el silencio y la oscuridad.

..........continuará.......

No hay comentarios:

Publicar un comentario