lunes, 25 de abril de 2011

En el nombre de soledad.

Suave, leve, fugaz... como una pluma que en una corriente de aire gira y gira, se eleva y revuelve, se va y se aleja, perdiéndose en la distancia dejando su impronta grabado en la memoria, debió ser la ascensión de tu alma al cielo, porque no fue tan sencillo desprender tu cadáver del suelo, preso bajo toneladas de metal, neumáticos y asfalto.
Han pasado ya cinco meses y aqui estoy sentado. Petrificada mirada de cristal fija e inamovible en tu portarretratos y en tu imagen que yace dentro. Horas, días, meses sentado mientras el tiempo cae como un goteo monótono de momento tras momento.
Hoy llueve...lo ha percibido mi hasta ahora dormido sentido del oído, que ha reconocido el sonido de las gotas al chocar contra el cristal de la ventana. No solo llueve en la ciudad,en mis ojos sigue la tormenta, colmando de dolor los rincones de mi cabeza que me han llevado a estar ante esta hoja en blanco.
Escribo lo que siento y lloro. Consigo despegar mi mirada de tu foto y expreso lo que tú siempre has sabido, y sigo llorando. Sabías que no me gustaba que me vieses llorar y sé que, estés donde estés, me estas viendo llorar. Perdona por hablarte de esta manera, pero es de la manera que sé que me escucharás.Conoces mi pasión por escribir y que en noches de desvelo me roba el sueño y la calma, sacándome de la cama. Nuestra cama...
Esa cama a la que vuelvo cada noche, sobre la que anido mis miembros fatigados. Y es allí donde entiendo la distancia entre el hombre y el cielo..pues aún llevándote conmigo, me vuelvo e intento acariciarte, encontrando el vacío. Busco tu silueta, tu aroma flotando en la almohada...tu cabeza sobre mi pecho y tu respiración serena que mi bello erizaba...pero no hago más que soñar despierto, pues solo estoy rodeado de mi aflicción y de las sábanas.
En desesperación abandono esa estancia y a oscuras por el corredor, con la luna como testigo, vuelvo mi cuerpo y en el espejo me veo reflejado. Me maldigo porque aún no he muerto y ya no sé a que encomendarme.
Dios me tendió la mano para después tirar de mi cuerpo, ponerme el pie y arrojarme al suelo. Ahora noto su peso sobre mi nuca y su despiadado zarpazo ensañándose con mi mermado ánimo. ¡Qué quieres más de mí!. Llevo una vida adaptándome a tus juicios, a tu arbitrario criterio.
Ya dejaste mi mundo a medias, te la llevaste de mi lado cruelmente y me diste el consuelo de poder describir mi dolor. Tu generosidad no es infinita y solo me cabe pensar que estabas celoso de que usara ese don por y para ella, únicamente para ella.
Me siento demasiado cansado y lo único que deseo es el acabar de mis días, poder disfrutarla en la muerte como la disfruté en vida, A ella que siempre fue mi vida y ahora es mi muerte....

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