jueves, 7 de abril de 2011

Dame un segundo.

Después de caminar horas por aquel oscuro pasillo, con el frío calándole los huesos y la humedad aportando su cruel ayuda, estaba exhausta.
Las lágrimas no la dejaban ver, el sudor se mezclaba con el agua que le caía encima y enturbiaban sus pensamientos. Andaba a ciegas, tentando las paredes para encontrar una salida, un interruptor de la luz o alguna señal de encontrar el final de aquel angosto pasillo.
¿Como había llegado a él?, no lo sabia, solo recordaba las manos de su novio acariando su cuello y sus labios besando su boca. ¿Por qué estaba alli?, pregunta equivocada o respuesta imposible.
Solo sabía que caminaba y caminaba en pos de una salida que no terminaba de llegar, que lloraba desesperada por que nadie la escuchaba cuando gritaba, que se decía a si misma que esto era una pesadilla y en cada paso que daba, se encontraba con la misma respuesta. Estaba atrapada, sola y era real.
Se decidió a darse un descanso, se sento en el suelo plagado de charcos, miro al vacio oscuro que se tendía ante ella y lloró. Cuando pasados unos segundos se contuvo y relajó, quiso pensar friamente y recapituló para saber como había llegado allí. Una frase comenzó a resonar en su mente, primero como un susurro, luego como una plegaria y después como una orden dada a grito limpio."Dame un segundo".
Unos pasos comenzaron a llegar hasta donde estaba ella. Firmes y enérgicos se detuvieron al lado de la muchacha. Se sintió observada, suciamente observada. Una mano le rozó la mejilla izquierda y enseguida sintió el ardor de una quemadura en ella. "¿Quien eres?", preguntó a la invisible sombra,"¿qué quieres de mi?". No hubo respuesta inmediata, pero a medida que los pasos se alejaron de ella una voz llegó flotando a sus oídos,"dame un segundo". Y los pasos cesaron.
Asustada se levantó, miró enderredor para elegir un camino por el que huir en aquella oscuridad y corrió. Corrió tan rápido como pudo, golpeándose en las piernas con todo aquello que no veía y que se encontraba en su camino. Corrió en sentido contrario al recorrido de los pasos y de la sombra que la observaba. Corrió con rábia, sabiendo que no podría escapar de aquel infernal lugar, que en cualquier momento aparecerían de nuevo los pasos para detenerla y arrastrarla a donde fuera que quisieran llevarla. Corrió sin saber por donde iba, recibiendo golpes en la cara, en los brazos y en las piernas, corrió sabiendo que iba a morir, corrió hasta quedar sin aliento, con el corazón pugnando por salírsele del pecho y los pulmones a punto de reventar por la falta de oxígeno, corrió hasta quedar desfallecida y caer redonda al suelo, al frío y húmedo suelo.
Y los pasos regresaron.
No quiso luchar más, no quiso preguntar más, se dejó hacer y llevar.
Una mano llegó hasta su mejilla y la acarició.
Una voz le susurró al oído y el escalofrío que recorrió su cuerpo hizo que se desmayara.
Cuando abrió los ojos contempló, atónita, la mirada de su novio.
-¿Estas bien?, te desmayaste cuando te besé.
-Tranquilo, dame un segundo, creo que me asustaste. No esperaba que llegases por la espalda.

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