El día tocaba a su fin para el inspector Roberto Marín. Un día insulso, lento y sin posbilidad alguna de merecerse que se repitiera. Nada había ocurrido en el mundo para que tuviera el honor de ser mencionado en su informe diario, el mismo que debía presentar en diez minutos al jefe de la científica, ese gordo barbudo que le caía tan mal.
-¡¡MARIN!!, a mi despacho.
El jefe había salido de su madriguera para joderle el fin de semana, seguro. Con resignación en sus pasos y lamentos en sus suspiros, llegó al umbral de aquel cuchitril que era el despacho del jefe.
-Necesito que te ocupes de un caso.-Soltó de sopetón el gordo.
-¿Cual de ellos?.
-El de las prostitutas.
-¿Y el inspector Vazquez?..
-Muerto.
Un silencio colapsó la estancia y ahogó las voces de su cabeza.
-La carpeta está sobre la mesa de Sandra.
-Pero jefe....
-Nada de peros. Ponte con ello ahora mismo.
-De acuerdo, solo dígame como ha muerto Vazquez.
-Le dió un infarto en el cumpleaños de su hija mayor.
Y el silencio incómodo volvió a llenar la habitación.
Fue hasta la mesa de Sandra, la secretaria del jefe, y recogió la carpeta. Regresó a su mesa y desparramó todo lo que había en ella. Folios con anotaciones, informes a sucio, fotografías de los cuatro cuerpos, informes de los forenses, datos de la investigación y objetos personales de las mujeres muertas.
Distribuyó las fotografías sobre el enorme tablero de corcho, separando las fotos de cada una de las chicas. Una morena, otra rubia, la tercera castaña y la cuarta pelirroja, todas con el pelo largo, todas con un lunar en alguna parte de su cuerpo y un tatuje cerca del puvis.
Los informes decían que habían muerto asfixiadas en pleno éxtasis, en el momento más álgido del orgasmo femenino, causado por la interrupción brusca del sentimiento provocando la explosión nerviosa y la incapacidad para expulsar el aire de sus pulmones.
-Que putada, las cortaron el rollo en lo mejor.
No había signos de violencia, no habían sido atadas y no presentaban marcas que indugeran a pensar que habían sido forzadas. Las chicas eran prostitutas y habían sido halladas en su habitación del local donde trabajaban, nadie las echó de menos en un largo rato y nadie vió al agresor.
Se levantó para mirar las fotos detenidamente. Examinó todos y cada uno de los detalles que había marcado Vazquez en los lugares del crimen, los rostros retorcidos mezcla de éxtasis y agonía de las chicas, la posición de sus extremidades, de sus cabezas e, incluso, la abertura de sus piernas. El tío había usado preservativo las cuatro veces, no había dejado restos de semen sobre las chicas ni sobre las camas, pero en el roce con el cuerpo de las chicas tenía que haber restos de piel o pelo del sujeto, pero no se hayaron. El tipo había limpiado a las chicas antes de salir o era un portento físico.
Algo le llamó la atención de una de las fotografías y no era nada de lo observado hasta ese momento. La posición del cuerpo desvelaba el nombre del agresor, estaba seguro. Revisó en las fotos de las otras chicas y comprobó que todas parecían posar en idéntica situación. Rebuscó entre las anotaciones de Vazquez y encontró inconexas puntualizaciones que, estudiadas con la atención adecuada, lograban parecer un mensaje.
"Las muchachas fueron encontradas en las horas pares de días impares, intermediando entre los hallazgos dos ciclos lunares completos. Nadie vió a las muchachas subir a las habitaciones con nadie, pero todo el que pasaba por el pasillo escuchó los gritos de placer de las muchachas, solo de la muchachas. El asesino no las elige por su color de pelo, o por sus lunares o tatuajes, ni siquiera por el tono de sus ojos. Se rige indistintamente por su voracidad y potencia sexual, pues el informe forense indica que el miembro del agresor ronda los seis centímetros de grosor y los veintiocho de extensión, dada la amplitud vaginal de las víctimas. Es muy meticuloso y deja la escena del crimen límpia. No deja huellas. Es desconcertante, parece que sabe qué y donde vamos a buscar. Lo más curioso es que nadie ha visto u oido nada. Estoy bloqueado....."
Y así acaban las anotaciones de Vazquez.
-¿Dos ciclos lunares?, hoy es luna nueva. Hoy matará a la quinta.
Sin apenas pegar ojo se levantó por la mañana, fue al baño y meó. Sin casi abrir los párpados regresó a la cama y se tumbo cinco minutos. Su brazo izquierdo cayó sobre el cuerpo de su preciosa mujer, dormida plácidamente. Su larga melena rizada le enmarañaba la cara y le ocultaba sus inmensos ojos verdes, el lunar sobre su pecho izquierdo le excitaba siempre y el tatuaje de una mariposa sobre el inexistente bello púbico le sonrojaba solo con pensar en lamerlo.
Un flash pasó por su cabeza y le hizo incorporarse sobre la cama, todo pareció nublarse y aclararse a la vez. Temblando se puso de pie y caminó hacia la cabecera de la cama. Se giró lentamente y miró la postura de su mujer.
Cuando la policía científica llegó a la escena del crimen, encontró el cuerpo de una mujer muerta y en la misma posición que las cuatro prostitutas. A sus pies el cuerpo sin vida del inspector Marin, sobre su cabeza un agujero de bala que le atravesó la cabeza desde la boca a la nuca y sobre su pecho una nota. "Yo las maté, pero no sé porque. Mi mujer es la quinta puta que mato y no dejaré que pueda hacerlo con más."
En los cajones se encontró una caja fuerte cerrada con llave, dentro se encontraba el informe psicológico de un esquizofrénico con personalidad múltiple, propenso a la violencia, que había faltado a su tratamiento desde hacía cinco años. Cuando desapareció se llamaba Arturo Casin y pretendía ser inspector de policía.
-Parece ser que hemos resuelto dos casos a la vez.-Dijo el jefe.
-¿Perdón?.- Se sorprendió un agente.
-No me haga caso, continue con los suyo.
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