Capítulo XVI "Aclaraciones".
Cuando la doctora término de hablar con todos y cada uno de los familiares de los chicos, y después de revisar minuciosamente sus notas y su radio-grabadora, llamó al detective Marcus para comentarle ciertos puntos oscuros en el asunto.
-Bueno aquí estoy, ¿deseaba verme?.
-¿Sabía usted que los chavales hicieron la típica subida a la caverna del cuerno?.
-No, pero algo me imaginé cuando los ví subir aquel día a todos en las motos hacia la colina.
-Bueno, pues aquel día tuvo que ocurrir algo dentro de la cueva, por que todos los padres coinciden en que cuando bajaron al pueblo otra vez estaban cambiados, ellos pensaron en una pelotera juvenil, pero les siguieron ocurriendo acontecimientos serios después de aquel día.
-¿Cómo cuál?.-Interrogó Marcus.
-Por ejemplo, el viejo señor Cecil dice que a su sobrina le asaltaban desgarradoras pesadillas por la noche. Y no solo eso, un día que su novio bajó a buscarla en la moto...,
-El chico de los Gomes Madeira, ¿no?.-Interrumpió Marcus.
-Efectivamente, cuando bajó a buscarla y se fueron los dos en la moto, asegura el viejo que, cuando su sobrina se giró para despedirse se les había encendido un aro sobre la cabeza a ambos chicos.
-¿Y?.
-Los padres de Alberto aseguran que, nunca habían visto, sobre el cuello de su hijo un colgante como el que llevaba cuando bajó de la cueva.
-¿Un momento?, ese colgante lo lleva también el chico de los Gomes Madeira, a no ser que sea diferente.
-Es el mismo, por que los padres de los dos hermanos aseguran, y aquí esta lo extraño, que el abuelo se lo dio al chico en su lecho de muerte, garantizan que le dio solo uno y estando los dos solos.
-¿Pero entonces el otro medallón de donde ha salido?.
-Habrá que preguntárselo cuando despierten, aunque me gustaría subir a la caverna haber el sitio donde los chicos se enmascararon.
-De acuerdo, cuando usted quiera subir me lo dice.
-Ahora mismo le viene bien.
-Vale.
Y, después de dar minuciosas órdenes al agente Ramírez, subieron los dos al coche del detective y se encaminaron hacia la colina. Al pasar por delante de la fuente de las siete bocas, se detuvieron.
-¿Porqué paramos aquí?.-Preguntó la doctora.
-Por que si los chicos seguían la tradición, parar en esta fuente cuando se pasa por delante de ella es otra tradición. Y, además los chicos se detuvieron aquí, no hay más que ver las marcas de la ruedas, las latas de cerveza y los restos de colillas.
-¿Pero puede ser de cualquier otra persona que se haya detenido aquí?.
-No, los chicos se detuvieron aquí, mire.
Anduvieron hasta la estatua del señor que había enfrente de la fuente, y observaron la pintada, sin malicia, de una de las parejas. "Maria x Pedro 2-6-99".
-¿Ve ahora como se detuvieron aquí?.
-¿Y como sabe que la pareja no subió estando solos?.-Volvió a preguntar la doctora.
-Sencillo, las pandillas juveniles solo suben a la colina cuando la pandilla esta completa, cuando quieren estar a solas con su pareja se van al faro o al acantilado o, simplemente, se quedan en la playa. Yo he nacido aquí y sé como va lo de ser joven en Porto Bahia. ¿Seguimos el viaje?.
Se montaron en el coche y siguieron el ascenso, no sin antes realizar la promesa en la fuente, cosas de la tradición le dijo el detective a la doctora.
La caverna se elevaba siniestra detrás de los últimos pinos del pequeño bosque, la entrada era tremendamente grande, luminosa, muy escarpada y de difícil acceso, las piedras de las paredes parecían intentar pinchar en el suelo, las pisadas de los dos sonaban en todas y cada una de las grietas de la cueva.
Cuando llegaron al punto más plano de la entrada se detuvieron.
-Aquí descansaron antes de entrar, pero lo que no sabíamos era que entraron por grupos y cada uno por un lado diferente.
-Estas pisadas delatan nerviosismo, ninguno podía estar parado. ¿Si entraron por separado como vamos a hacer para ver todos los caminos?.-Informó la doctora.
-No se preocupe, aquí detective Marcus llamando a central. Ramírez, ¿está hay?.
-Dígame señor, aquí estoy.
-Mándeme dos patrullas a la caverna del cuerno con un juego de walkies, por favor informe al jefe de que la doctora y yo estamos aquí.
-De acuerdo señor.
Los dos se sentaron a esperar la llegada de los refuerzos.
-O sea, los chicos subieron hasta aquí para cumplir una tradición y, por lo que sea, salieron trastornados.-Comentó Marcus.
-Efectivamente, subieron aquí a pasar un mañana de verano cumpliendo la tradición, y salieron escaldados por algo. Lo que no sabemos es que les pasó a cada uno, por que recuerde que subieron doce chicos, y solo cuatro son los que han sido encarcelados. Mire allí.
La dirección del dedo de la doctora señalaba un conjunto de rocas que había sufrido un pequeño desprendimiento, alguno de los chavales se había resbalado y había caído, el trozo de unos vaqueros seguía allí tirado y las gotas de sangre se habían quedado secas. Después de casi dos meses, no existía rastro de alguna visita posterior a la de los muchachos, ese verano solo subieron ellos.
El ruido de dos motores acercándose en la lejanía, hizo levantarse al detective de la dura roca donde estaba sentado, la doctora le observó intrigada en su movimiento de limpiarse el trasero.
Dos coches patrulla se detuvieron al lado del coche del detective, de ellos bajaron cuatro agentes portando linternas y walkies, Marcus les hizo una seña para que subieran y cuando llegaron a su altura, les dijo:
-Agentes, ustedes dos entren por la parte más inferior de la gruta, ustedes dos por la más lejana y la doctora y yo lo haremos por la más cercana. Mantengan los walkies encendidos, lleven cada uno una linterna y, sobretodo, tengan cuidado.
Los cuatro agentes asintieron con fervorosa disciplina y se alejaron hacia sus puestos y entraron en la cueva.
-¿Preparada?.
-Cuando usted quiera, detective.
Y ambos se adentraron en las profundidades de la cueva sin saber que era lo que estaban buscando, que era lo que deseaban saber o, ni siquiera, si lo encontrarían.
Bajaron por el sendero más húmedo y lúgubre de la entrada de la caverna, descendieron entre las gotas de agua que caían del techo y resonaban por toda la caverna al chocar con el suelo, se precipitaron en una bajada mal oliente de humedad y moho, cayeron en redondo por la rampa de la oscuridad y el sombrío resplandor de las paredes vacías, hasta que llegaron al riachuelo.
-Aquí se volvieron a detener dos de ellos, las pisadas se separan en este momento y las otras dos personas siguieron por la pared de allí, ¿ve las pisadas?.
-¿Es verdad?. Pero estas dos luego suben por allí, como sus compañeros.
-Cierto, subamos haber que es lo que vemos arriba.
El olor a rancio y herrumbre había dado paso al olor de la canela y limón, el frío se había vuelto menos espeso, la humedad se había secado.
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