Capítulo II "Comienzos de verano"
Era el uno de Junio de mil novecientos noventa y nueve,el reloj marcaba las seis y cuarto de la mañana,las luces de las farolas estaban a punto de apagarse y la temperatura rondaba los veinte grados centígrados.Era una mañana ideal para empezar las vacaciones de verano y,con ellas,el viaje a la playa.
Una muchacha me dijo en el instituto que este iba a ser el mejor verano de toda su vida,por lo visto se piraba con su novio a la montaña.Yo me iba con mis padres y mi hermana,no parecía un buen plan,pero yo estaba dispuesto a que fuera el veraneo más movido,divertido e inolvidable de todos los veranos de mi vida.
Teníamos una casita en un pueblo costero del norte de Portugal,una casita baja,de color blanco y techo de uralita y barro,con un pequeño porche delantero y un inmenso jardín trasero,era de dos plantas más una buardilla,(no declarada),y estaba muy bien distribuida.
En la planta baja existía un gran recibidor,con su perchero,su zapatero,su paragüero y su sombrerero,por la puerta de la derecha se entraba al enorme salón adornado con cuadros costeros,detalles del pueblo,como jarrones,conchas,tablas jeroglíficas.Había una cabeza de venado con diecisiete puntas,que había cazado mi abuelo en los Montes de Toledo,allá por el año mil novecientos cuarenta y nueve,existía un telar realizado a mano por la abuela de mi madre,en el cual se veía a una mujer dando la mano a un viejo pescador caido de su barca por efecto del oleaje,mi madre nunca supo explicarme por que esa imagen.Había dos grandes maceteros con sendos rosales y un enorme centro de flores silvestres.Una gran mesa de madera de caoba,un enorme sillón de seis plazas,una mesita baja de cristal,ocho sillas de madera de pino y una enorme y confortable chimenea.
Por la puerta de la izquierda del recibidor se entraba a un pequeño pasillo que te llevaba directamente a la cocina,hacia el fondo,y a la despensa por la puerta dela derecha.La despensa estaba en el sótano,había que bajar unos doce peldaños y te encontrabas con vinos,caseras,coca-colas,agua,jamones y comida en general.
La cocina era muy grande,de forma cuadrada y con los fuegos y el horno en el medio.Había dos taburetes,una silla y un banco bajito.
En la puerta del fondo del recibidor existía un pequeño baño,con lavabo, espejo y una taza.
Debajo de la escalera del recibidor se escondía un armario,y subiendo por las escaleras hacía la primera planta observábamos dos cuadros de caza.A la derecha de la escalera estaba la habitación de mi hermana,al lado de esta se encontraba la mía,al fondo un gran servicio,con bañera,lavabo,videl y taza.En frente de mi habitación se situaba la de mis padres,y al lado de esta otra para algún invitado ó invitada.
Si seguíamos subiendo las escaleras íbamos a dar a la buardilla,lugar de mis reuniones con los amigos del pueblo.No había nada especial,un sillón,una mesa,dos cojines grandes,una televisión y una radio.
Nos quedaban cuatro horas de viaje por delante cuando nos metímos en el coche.Desde Lisboa hasta Porto Bahia,mi pueblo,tendríamos que recorrer unos trescientos kilómetros,hacíendo un par de paradas para ir al servicio y comer algo,llegaríamos alrededor de las doce del medio día,estaba ansioso por llegar,tenía tantos planes para este hermoso verano.
Una vez mi abuelo paterno me dijo que:"todo aquel que desea veranear en Portillo...",así llamamos los residentes al pueblo,"...se debe de andar con mucho ojillo.",y yo le pregunté:
-Abuelo,¿porqué dices eso?.
Y,muy tranquilo,él me contestó:
-Algún día te darás cuenta de lo que te digo.Por que tu eres un Gomes Madeira,y nosotros tenemos algo que decir en este mundo.
Yo tenía cinco años y no entendí lo que me quería decir mi abuelo,y en el instante en el que me montaba en el coche,me vino ese pensamiento a la cabeza.
El viaje transcurrió con normalidad,pero con una extraña sensación de bienestar que no podría explicar.Era como si todo me estuviera saliendo como yo había planeado, como si las cosas que estaba haciendo ó diciendo, ya hubiesen estado planeadas.
Como había previsto llegamos al pueblo a las doce y cuarto,y tardamos unos diez minutos en vaciar el coche de equipaje y otras cosas.Enseguida noté que el ambiente en el pueblo no era el mismo,a lo mejor era que yo estaba cambiando ó,quizá, la atmosfera sana de la playa me hizo pensar eso.Pero noté algo, no le dín importancia en ese momento,pero sabía que algo no era normal.
Enseguida apareció mi amigo Alberto montado en su Beta de 75cc,trucada como casi todas las motos en el pueblo incluida la mía. Saludó a mi padre,al que le caía fenomenal, bromeó con mi hermana,que estaba loca por él y de hecho eran medio novios, y me instó a coger la moto y bajar a la fiesta de la playa.Le hice caso, cogí mi Yamaha Thunder de 80cc de color rojo y nos bajamos a la playa. Alberto y mi hermana,que por cierto se llama María Isabel, y yo.
Por el camino paramos en la tienda de comestibles del viejo tío Cecil,allí compramos bebida y unas patatas fritas, cuando ya estábamos a punto de salir de la tienda,el viejo Cecil me llamó.
-Oye muchacho acércate,tengo un recado para ti.
El tío Cecil era una persona muy amigable,aunque no todo el mundo en el pueblo entendía su modo de vivir.Lo único que tenía en este mundo era su tienda de comestibles, su pequeña casa encima de la tienda, su perra Lilas y su hermosa sobrina Ana.Por la cual bebía yo los vientos con una suerte reacia,hasta el último día del verano anterior,que me dijo que me echaría de menos y todo por que estuvimos una noche los dos solos hablando, riendo y contándonos historias de cuando éramos pequeños.Y todo debería agradecérselo al desgraciado de su ex, que en una noche desmesurada de alcohol,se acostó con la mejor amiga de ella y esta los pilló.Quizá tengan que pasar cosas así para que dos personas se conozcan, dos personas que a lo mejor no tienen nada que decirse, pero que con una sola mirada directa al corazón llenan todo su ser de bienestar y amor de una tachada. "Cosas de la vida",me dijo mi amigo Alberto cuando se lo conté, quizá tuviera razón, quizá la vida espera ese momento para darte una sorpresa, pero estaba seguro de que al año siguiente Ana y yo seríamos inseparables, aunque hasta ese momento en el que el tío Cecil me llamó, no pensé que sería tan pronto.
-Me ha dicho Ana que te espera en la playa, esta en la fiesta.¿La quieres de verdad?.
La pregunta me cogió por sorpresa, como podía dudarlo un momento. Siempre la había querido, desde que tenía cuatro años y la vi por primera vez bañándose en la playa agarrada de la mano de su madre. La quise cuando se había roto el brazo cuando tenía seis años y no salió en todo el verano de casa. La quise cuando besó a mi primo Juan cuando este vino en el verano en el que contábamos con diez años, la quise cuando se hizo amiga de mi hermana y pensé que en ese momento la tenía más cerca, la quise cuando me cómprela moto y la primera persona que viajó conmigo en ella fue Ana, la quise cuando empezó a salir con el descerebrado de su ex, la quise cuando la veía llorar por que había reñido con su novio, la quise cuando todo el mundo decía que estaba tan colada por su novio que se habían prometido, la quise en soledad, en el llanto, en muchos momentos del verano pensé que me tendría que ir del pueblo para no verla, por que no quería verla sufrir y no podía hacer nada por ella, hasta la noche del treinta y uno de Agosto del año pasado. Estaba sentado con mi amigo Alberto bebiendo para celebrar el fin del veraneo, cuando la vi que se marchaba sola. Sin pensar me puse en pie y la busqué, primero la llamé y no contestaba. Cuando la agarré por el hombro y se giró para ver quien era, sobresaltada, lanzó un pequeño alarido apenas audible para los de la fiesta. Y sin tiempo para preguntar se echó en mis brazos a llorar, me pidió que la llevara a un sitio solitario para poder pensar, y la llevé a la colina.
-Esas cosas no se preguntan así de bruscas, tío Cecil.-Contesté sudando.
-Es que no quiero que la vuelvan a hacer daño,¿sabías que la chica con la que se acostó el ex de Ana se quedó embarazada?.El niño nació a principios de Mayo y Ana lo pasó mal pero fue al hospital a ver a la chica y se encontró con él.No se dijeron ni hola, pero en su mirada pude ver la tristeza acumalada. Cuando la noticia de tu llegada le llegó a los oídos se puso muy contenta, tanto o más que cuando supo que la querias. No me preguntes quien se lo dijo, pero se enteró de que estabas loca por ella. Anda pues a la playa por que te esta esperando.
-Gracias tío Cecil.
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