lunes, 10 de enero de 2011

Sin palabras.

Las luces del coche apenas si alumbraban un par de metros por delante. La niebla densa, agobiante y cerrada, le asaltó cuando tomó la salida 18 de la autovía y cogió la carretera comarcal en dirección a su pueblo. La calefacción funcionaba bien. La radio había perdido las emisoras y el reproductor de cd estaba estropeado, así que el ronroneo constante del motor le acompañaba en esa desapacible noche de viaje.
Las rayas discontinuas, que apenas se dejaban ver entre la niebla, eran toda la referencia que tenía de aquella carretera de dos carriles que conocía tan bien. Las continuas que delimitaban los arcénes ni siquiera se intuían. "Ahora una curva a la izquiera.", iba pensando, "ahora un bache hondo en el centro.", podría llegar a su casa con los ojos cerrados y llegaría entero a ella.
Las luces del cuadro se encendieron todas a la vez, la radio comenzó a sonar de sopetón y el motor se paró en seco, dejándole tirado en mitad de aquella carretera, con una niebla que parecía el telón de un teatro y a tres kilómetros del pueblo más cercano. Intentó, sin éxito, arrancar y tuvo que resignarse a realizar el camino a pie sin poder llamar a nadie pues no tenía móvil.
Con el chaleco reflectante puesto y el coche debidamente señalizado, comenzó a andar por el sendero marcado por el paso de caminantes en el arcén de la izquierda. Las manos metidas en los bolsillos de la chaqueta, la cabeza agachada y oculta entre el cuello levantado de la misma,. El vao precediendo el paso acelerado de un aliento que ya no ansiaba fumar y el ritmo ligero de una persona acostumbrada a nadar, le llevaron a la gasolinera.
Las luces estaban apagadas fuera. Dentro se distinguía el resplandor blanco de una pantalla fluorescente, ¿ o era una televisión?. Observó que la puerta estaba abierta y, con cierto temor, decidió entrar. El local estaba vacío y, efectivamente, la luz blanca era un televisor encendido. Desplazó su mirada por el abandonado super y la piel se le heló al ver que el aspecto del lugar le decía que allí no había entrado nadie en años.
Por el rabillo del ojo captó en la tele un movimiento que le llamó la atención. Se acercó a ella y subió el volumen.
En el centro de la pantalla se veía a una reportera, de larga melena rubia, que relataba un acontecimiento. Trás ella, miembros de la policía y de los bomberos se afanaban en algo que la presencia de la periodista impedía ver. Al pie de la pantalla un rotulo se desplazaba dando un titular: "ACCIDENTE MORTAL EN LA AUTOVIA A-6".
Y entonces lo vió.
Aquella rubia se apartó y ante sus ojos sorprendidos apareció su coche. Lo reconoció por la matrícula.
-....según fuentes policiales,- se oía decir a la mujer.-, al dejar la autovía y toparse de golpe con los bancos de niebla el vehiculo, que circulaba a alta velocidad, se ha salido de la calzada y se ha estrellado de frente contra un árbol....
-¿pero qué.........?
-....el único ocupante del vehiculo siniestrado ha fallecido en el acto.....
-Yo no estoy muerto.
-¿Estás seguro?.- Le soplaron al oído.
Y las imágenes pasaron por su cabeza mostrándole lo cruel de su final.
Se había dormido al volante. Dos interminables días de intenso trabajo en la obra para volver en el fin de semana al pueblo y arreglar con su mujer aquel matrimonio del diablo, el cual se rompía por las largas ausencias de él.
Se había dormido y su final llegó al pie de un árbol.
-Sígueme.
Y aquella sombra lo abrazó llenando su mundo de luz y oscuridad......




-¿Retiramos el coche ya, señor?.-Preguntó el agente.
-Llévenselo.-Dijo el comisario.
-¿En qué piensa señor?.- Indagó el agente.
-En que no sé como le voy a decir a mi novia que su marido ha muerto.

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