viernes, 11 de marzo de 2011

A Divinis.

Capítulo XXVII "La batalla III".

La primera pasada del caballero junto a mi apenas me moví, él ni siquiera intentó alcanzarme y yo ni si quiera pestañee.
Cuando se colocó en su posición original, el caballero me hizo una señal con el escudo, como si quisiera que reaccionase a un estado de trance. Volvió a elevar su lanza y rehabilitó la carrera de su caballo en dirección a lo más hondo de mi.
Cuando le quedaban dos metros para llegar hasta donde yo estaba, levanté mi lanza sin mover el caballo y sin cubrirme con el escudo. El caballero ni se inmutó y siguió con la carrera.
Diez segundos después el caballero colgaba atravesado en la punta de mi lanza, yo ni me había movido y el caballo ni se había asustado. Fue todo muy rápido, sagaz y sangriento. El diablo parecía aturdido.
-Asombroso, pero la chica esta apunto de quemarse y todavía no has vencido.
Cabalgué hacia la hoguera y cuando llegué a su altura algo golpeo al caballo y caímos al suelo. Al levantarme del suelo saqué mi espada instintivamente, y miré hacia las escaleras que llevaban hasta la chica.
Un soldado de la oscuridad que medía al menos dos metros, se cruzó en mi camino. Me golpeo en el pecho y me lanzó tres metros hacia atrás, caí de espaldas y quedé aturdido. Cuando me incorporé de nuevo, el soldado estaba esperándome junto a las escaleras. Empuñé la espada como el guerrero musculoso de Conan, las espadas comenzaron a chocar la una contra la otra, las chispas salían despedidas en todas direcciones, el suelo temblaba a cada choque de metales, hasta que me desarmó el enorme soldado.
Asombrado corrí a por la espada, que se había clavado en el suelo, y que estaba a unos diez metros de nuestra posición. Cuando la desclavé me dejé caer al suelo, de espaldas, y levanté la punta y el soldado se la clavó en el corazón por la inercia.
-Fantástico, pero la chica esta envuelta en llamas. Ya no podrás sacarla.
-Eso no lo verán tus ojos.-Le dije subiendo al podio.
Atravesé las llamas cubierto con mi armadura y con la espada corté las cuerdas que ataban a la chica. Salimos al descampado atravesando el fuego y, al llegar al otro lado, estábamos de regreso en la sala de la casa del demonio.
-Dos a cero.-Le dije.
El agua seguía entrando por los ventanales abiertos, el viento arremolinaba las demasiado adornadas cortinas, y el genio del diablo salía flote.
Un rayo entró por la ventana y fue a parar a la cama, que se incendió al instante.
-Sois inmundas cucarachas, os aplastaré como a gusanos.
-No te equivoques, la única cucaracha de este infernal sitio eres tú.-Contestó mi compañero.
-¡¡¡Malditos!!!.
Elevo su infernal cuerpo hasta lo más alto de la sala y descargó sobre nosotros una lluvia de rayos, instintivamente alzamos los medallones los cuales repelieron el ataque en forma de espejo, y los rayos le dieron de lleno al monstruo.
La cara asombrada del ser se difuminó detrás de una cortina de llamas mientras se derretía como mantequilla, lo único que pudo hacer el ser fue decir:
-No saldréis vivos del castillo oscuro.
Y en ese momento apareció la dama de los destellos y le dijo al ser que tenía que regresar al mundo de los infiernos, de donde nunca debió salir.
Y los dos se esfumaron envueltos en fuego y nosotros corrimos hacia la salida, cuando abrimos la puerta no había nadie, ni soldados ni secuaces del diablo. Solo había fuego.
-Hay que correr hacia la salida, vayamos por donde hemos venido.-Dije.
Y todos corrimos hacia la puerta de entrada, el puente estaba bajado y las llamas nos rodeaban por todas partes. Saltamos con valor y caímos en el parque de las tetas.


Cuando despertamos en el parque no sabíamos que había pasado, vimos el edificio en llamas y a toda la gente corriendo despavorida, nos miramos alas caras y nos reconocimos al instante, comenzamos a recordar lo sucedido poco a poco.
Y, cuando regresamos a la vida natural, estábamos en la celda.
Los tres policías estaban paralizados por el relato del chico, el cual parecía exhausto.
-Parece mentira que eso haya sucedido de verdad.-Dijo la doctora Ponça.-Cuando diga ya despertarás. Ya.
El chico abrió los ojos muy despacio, como atontado. Marcus le levantó de la silla y se lo llevó a la celda. Cuando el policía se marchó, Alberto le dijo:
-¿Ya esta terminado?.
-Sí, ahora solo falta esperar.-Contesté.




Al día siguiente el edificio en llamas del parque se había volatilizado, los habitantes del pueblo ni siquiera sabían que había aparecido y los policías estaban confundidos.
Había cuatro chicos encerrados en una celda y no había constancia de que hubieran echo nada, los papeles se habían evaporado y los recuerdos de las personas se habían borrado.
Los chicos fueron puestos en libertad sin acusaciones y con las disculpas de los agentes. La doctora Ponça tenía la certeza de que solo había ido a una convención de Psiquiatría en la zona, y la doctora Perón se había detenido en el pueblo a pasar la noche camino de la ciudad, donde tenía un caso urgente.
-Adiós detective Marcus. Por cierto,-le preguntó uno de los chicos-,me preguntó por el significado de mis iniciales. ¿Se acuerda?.
-Pues creo que si.-Contestó el policía.
-A.D., dos palabras en latín A Divinis. Que con la traducción es el nombre de mi abuelo. Cosas divinas.
-¿A qué se deben esos nombres extravagantes?.-Preguntó Marcus.
-Como dijo un amigo mío, "Ab aeterno, ab ovo...", que significa:" desde mucho tiempo atrás, desde un momento muy remoto."
-No lo he entendido.
- Son cosas de la tradición familiar, no lo entendería. Además es una historia muy larga. Hasta luego.

Y la vida prosiguió en Porto Bahía.

FIN.

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