II.
El alarido infrahumano consiguió despertarlo. No sabía donde estaba ni quién era. La densidad del ambiente, la humedad de aquel paraje y la escasa luminosidad le aturdían los escasos sentidos que tenía en marcha.
Tocándose la nuca se incorporó despacio y antes de que pudiera siquiera pestañear, alguien le asaltó por la espalda y la tapó la boca.
-No hagas ni un solo ruido.- La voz en susurro era de una mujer.- Solo escucha.
Su asombro pasó por encima de su miedo para mostrarle el vacío de sonidos de aquel lugar que, parecía ser una isla si no fuera por la ausencia de cualquier ruido. Ni el viento meciendo las hojas, ni el rumor del mar, ni los cantos de las aves o el gruñido de alguna fiera, solo sus respiraciones y el ritmo de sus pulsaciones. Y de pronto, el crujido de una pisada partiendo una rama.
-Sshhhh...-Insistió su apresora.
-....oooolllvviiiiidaaadooossss jeeeerrrrrrr......
Y un sonido que helaba la sangre.
Segundos después su raptora aflojó la presión de su mano y le dejó libre.
-No hay tiempo de explicaciones, solo te diré que esto es la isla de los olvidados y si quieres vivir más tiempo debes seguirme.
La mujer desapareció por un sendero y él, sin pensar en lo que hacía le siguió. Corrieron sin descanso durante largo rato y siempre ascendiendo, como si aquella cosa fuera persiguiéndolos. Al llegar a un claro ella desapareció.
Asustado y atónito dejó que su respiración se moderara para repasar la situación.
Y entonces le llegó el edor. Un olor rancio, repugnante, de carne putrefaca y de basurero juntos. Un fétido aroma que volcaba el estómago y hacía que sus jugos salieran en barrena y, el suyo no pudo soportarlo. Vomitó tanto que hasta cuando no tenía nada que echar parecía que su estómago le saldría por la boca.
-¡¿Qué diablos es este lugar?!.-Gritó.
- Entra y te lo explicaré.- Le asaltó la voz de la mujer desde detrás de un alto matorral.
Una vez dentro de la cueva esperó a que ella hablara.
-Estás aquí por que has cometido un delito y te han condenado. Esto es una cárcel, pero no como las que conoces. Aquí la condena es a muerte y ella te persigue, te acosa, te acorrala y te vuelve loco hasta que caes en sus garras. Ya estas sentenciado.
-¿A muerte?.
-Eso sería lo fácil. Solo mata cuando tiene hambre de verdad, mientras juega contigo.
-¿Qué especie de "cosa" es?.
-Nadie lo sabe hasta que ya es demasiado tarde.
-¿Y ese olor?.
-Son los cuerpos mutilados, despedazados y aniquilados de los siete que llegaron el mismo día que yo.
-¿Y tú por qué no...?.
-¿...estoy muerta?. Porque yo no estaba aquí, estaba arriba vigilando pero no se le puede detectar salvo por el alarido.
-¿Y qué se puede hacer?.
-Vivir como podamos hasta que la muerte nos llegué...
Aquel hiriente alarido los dejó petrificados pues había sonado en la puerta de la cueva. La extraña mujer se asomó para ver y, en décimas de segundo, volvió a meter la cabeza dentro.
-Ahora hay dos....-se perdió en sus pensamientos.
-¿Dos qué?.
-¡¡Dos criaturas!!, ahí fuera hay un huevo.
Sorprendido se asomó y en el centro de su gran vomitona aparecía lo que podría llamarse un huevo,"¿pero cómo..?", pensó cayendo en la cuenta en el mismo instante.
-La célula..
-¿Célula?, ¿qué célula?.-Preguntó la mujer.
- La que estaba estudiando. Soy científico y unos soldados encontraron la célula en una de sus incursiones en algún pais y la corporación me pidió que la estudiara. Cuando se dieron cuenta de qué era, me quitaron del medio y de paso se deshicieron del problema.
-¿Quieres decir...?.
-Sí. No creo que hubiese una guerra, pero si que hay más de estas islas y creo que los seres de ellas han evolucionado.
-¿Evolucionado?.
-Se han hecho inteligentes, se reproducen y, sorprendentemente, viajan.
De nuevo el alarido les sacó de sus pensamientos.
-Está hambriento,-Dijo la mujer-, lo sé. Tenemos que movernos o será el fin. Un consejo, corre siempre hacia arriba, por algo que no se explica, no corren bien en las alturas. Y cuando ya no puedas subir más, solo puedes esconderte y rezar que no llegué hasta tí. Nunca llegan hasta arriba. Ahora corre.
Y salió por la entrada de la cueva como alma que lleva el diablo, sin darle tiempo a responder y obligándole a correr por instinto. Y corrió. Siempre hacia arriba y sin reparar en los arañazos que los arbustos le hacían en las piernas. Corrió sin escuchar los alaridos de las dos criaturas y sin percartarse de que sus pasos eran seguidos de cerca. Sus aliento se hacía espeso, sus piernas comenzaban a dolerle por el esfuerzo máximo al que no estaban acostumbradas, su vida se estaba acabando y solo podía vivir la agonía de un final que no era de este mundo. Agonizante llegó al final del ascenso, su respiración le impedía escuchar y no oyó a la mujer gritar. No sabía que hacer, donde ir o mirar. Solo podía esperar y se hizo infernal los segundos hasta que el silencio lo envolvió todo de nuevo.
"Nunca llegan hasta arriba", había dicho ella."¡¡Ella!!". Haciendo el mínimo ruido la buscó entre matorrales, en las rendijas del acantilado y en los huecos del suelo sin encontrarla. Desesperado inició el descenso por donde había venido y, a medio camino, escuchó un siseo. Como un rumor de alguien comiendo mientras con una voz sibilina y espeluznante decía:
-...ooollviiiidaaadoooosssss jeeeeerrrrrr
Y se hizo la oscuridad.
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