domingo, 6 de marzo de 2011

A Divinis.

Capítulo XXIII "Hace ochenta años."

-¿De donde procede el medallón que llevas alrededor del cuello?.
-Perteneció a mi abuelo, el cual lo había heredado de su abuelo que a su vez lo había heredado de su abuelo y, así, durante treinta generaciones. Siempre heredándolo los nietos mellizos de sus abuelos mellizos.
-¿Solo existe uno?.
-No, cada hermano mellizo posee uno, pero si uno de los hermanos es fémina, pasa a poder de su novio o marido.
-Eso es lo que le ha pasado a tu hermana pero, ¿ha pasado más veces en tu familia?.
-No, es la primera vez.
-¿Qué significan las siglas C.D., del nombre de tu abuelo?.
-Cosas divinas.
-¿Qué cosas?.
-Hechos, acontecimientos, capítulos de nuestra existencia.
-¿Y las siglas de tu nombre?.
-No sé.
-¿Seguro?.
-Sí.
-¿Puedes contarme lo que sucedió aquí hace ochenta años?.
-Lo mismo que ha ocurrido aquí anoche, pero esta vez hemos vencido.
-¿Vencido, a quien?.
-A Ello.
-¿Quién es Ello?.
-El señor de la caverna, el poderoso genio maligno de las tinieblas, el dios de lo oscuro, la divinidad de las sombras y el señor de la nada.
-¿Y qué pretendía ese ser?.
-Llevaba intentando apoderarse de la noche y de sus sueños durante miles de años, hasta que esta noche le hemos enviado al reino de la luz. A los límites de la señora de los destellos, al mundo del sol.
Los tres policías se quedaban más paralizados a cada palabra que el chico decía, no podía ser verdad lo que él decía. No tenia sentido.
-¿Tú sabes lo que ocurrió hace ochenta años en el pueblo?.
-Sí, mi abuelo me lo contó en su lecho de muerte al entregarme el medallón. Fracasaron por que el amor de mi tío abuelo no era puro, no era real.
-¿Puedes explicármelo desde el principio?.
-Sí, sin problemas. Para vencer al señor de la nada había tres reglas dictadas por la diosa de la luz, la primera ser puro en espíritu y en amor, la segunda ser poseedor y merecedor del medallón y, la tercera ser hermano mellizo o compañero sentimental, en caso de ser fémina uno de los hermanos.
-Eso significa que si una de las condiciones falla, el ser vencería. ¿No?.
-Exacto. Y, cada ochenta años resurge en su templo de oscuridad sembrando la ciudad de tinieblas, desdén, penurias y calamidades.
-Por eso hace ochenta años el templo no ardió y, ahora, si.
-Efectivamente.
-La tormenta que arrastró a tu tío abuelo fue provocada por el ser pero, ¿porqué no se llevó a tu abuelo también?.
-Por que él era puro en todos los aspectos, y le salvó la señora de los destellos. Y le encargó la misión de adiestrar a sus sucesores para la próxima vez.
-Sus nietos.
-Sí.
-Entonces las pesadillas que os asaltaban noche tras noche, después de la visita a la caverna, ¿eran entrenamientos?.
-Sí, eran adiestramientos. Unas veces de mi abuelo y otras de la dama de los destellos.




-¿Quieres contarme lo que sucedió en la caverna?.
-Cuando llegamos a la gruta y subimos a la roca, nos estaban esperando.
-¿Quiénes?.
-Mi abuelo y la señora. Nos hundieron en un pensamiento tan profundo que nos dormimos. Nos llevaron a otro tiempo, en otra escala del mundo, a un mundo paralelo. Estábamos allí en alma por que nuestros cuerpos permanecían en la cueva durmiendo. Encendimos un fuego y con la punta de un tronco quemado nos dibujaron la forma de usar los medallones, nos mostraron la forma que tenía el diablo, nos adiestraron en el uso de la magia blanca y, uno a uno nos hicieron prometer que estaríamos juntos los cuatro hasta el final. Nos advirtieron que si uno de los cuatro fallaba todo se iría al traste hasta el final de los días, como les pasó a mi abuelo y su hermano.
-¿A tu tío abuelo le falló su novia?.
-No, le falló la lujuria y el poder acostarse con la primera chica que le gustaba, le venció el dinero que tenía.
-Continúa.
-La lucha sería el día del cumpleaños de los dos mellizos, entonces se haría fuerte el señor y emergería de su mundo parta sembrar el pánico. Había que estar en el sitio adecuado cuando ocurriera.
-¿Cómo supisteis que emergería en el parque?.
-Antaño, cuando el mundo no era nada más que sombras y temores, reinaba el señor desde lo alto de una montaña, desde la cual vigilaba los movimientos de sus súbditos y podía controlar a la señora de los destellos. La cual permanecía recluida en una pequeña isla del borde del universo. Con el paso de los siglos la señora fue creciendo en poder, hasta adquirir el fuerza necesaria para enfrentarse cara a cara con el señor, la guerra duró cien años y terminó con el hundimiento de la montaña hasta lo más profundo de la nada, en donde el diablo solo podría hacer daño a sus semejantes. La señora fue reconstruyendo el mundo tal cual lo imaginamos hoy, pero cada cierto tiempo resurgía la maldad del señor y tenía que volver a luchar con él. Pero la dama fue envejeciendo y mando construir dos medallones iguales en apariencia pero distintos en poder. Uno poseía el amor puro y el otro la limpieza de espíritu y se los dio a sus dos hijos mellizos. Los cuales los fueron usando tantas veces como el señor emergía de su mundo. Hasta que un día los dos tuvieron hijos y no supieron que hacer con los medallones. Entonces el aura de la dama apareció ante ellos y decidió que el primero de los primogénitos de sus hijos que tuviera mellizos, daría los medallones a sus nietos y, decidió que fueran los hombres por que si estos fallaban, las mujeres podrían engendrar más hijos. Y marcó el sitio donde cada dos generaciones de mellizos emergería el diablo.
-¿Cómo lo marcó?.
-Lo señaló como el punto más alto visto desde su templo.
-Y su templo es la caverna del cuerno.
-Efectivamente.
-¿Sabes algo de lo que escribió la dama en la pared en latín?.
-Ni idea.
-¿Cómo vencisteis al señor?.
-Con mucho amor.
-Si pero, ¿cómo usasteis los medallones?.
-Eso es otra historia diferente, estoy cansado.
-De acuerdo cuando yo diga ya despertarás y no recordarás nada de lo que has dicho. YA.
Y el muchacho se despertó entre sudores notables y síntomas de cansancio. Marcus le agarró del brazo y le llevó a la celda para que descansara. Los otros muchachos le esperaban impacientes por saber donde había estado y, al verle, se tiraron a la reja para sujetarle.
Cuando el detective se marchó Alberto le preguntó:
-¿Qué les has dicho esta vez?.
-Todo menos lo del parque, pero se lo diré, tranquilo.

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